"E di colpo percepisce in quella dichiarazione una minaccia. Qualcosa che si avvicina dalla parte del mare. Qualcosa che avanza trascinato dalle nubi scure che attraversano invisibili la baia di Acapulco."
Roberto Bolano, (da Ultimi crepuscoli sulla terra; Puttane assassine)

lunedì 27 agosto 2012

Funes el memorioso, de Jorge Luis Borges, en Ficciones

  El cuento forma parte del libro Ficciones, publicado en 1944, de la segunda parte, “Artificios”. La historia es bastante simple y lineal. Jorge Luis Borges en el prólogo de esta segunda parte del libro sostiene que el cuento Funes el memorioso ”es una larga metáfora del insomnia". No solo eso. Tal vez, prescindiendo da la intención de su autor, la historia va más allá de su significado original y se convierte en algo más profundo.
La historia es simple y lìneal. Ireneo Funes, vinculados al narrador con una conociencia ocacional y casi de todo superficial, a una edad temprana queda paralizado tras un accidente de equitación. A partir de ese momento, su memoria se convierte prodigiosa (y por lo tanto monstruosa) y su vida se biforca: de un lado la psiquica, obsesionada y condenada a las funciones esproporcionadas de su memoria, y de otro lado la inmovilidad física que lo costringe a vivir todos sus días en su habitación y, como máximo, por la noche, a mirar una pequeña parte del mundo desde la ventana. Pero la vista la que Ireneo Funes disfruta desde la ventana no es la potencialmente infinita de Giacomo Leopardi sino una visión de la realidad verdadermente sin fin, porque cada objeto, cada color, cada matiz, cada soplo de viento està percibida por el protagonista de manera lancinante y perfecta, total y, peor aun , todos los detalles registrados por Ireneo remiton su mente a otros recuerdos almacenados, que a su vez atraen a otros recuerdos, y así en forma exponencial.

Cabe señalar que, al inicio, durante el primer encuentro fugaz del narrador con Ireneo Funes, este era  conocido en su pueblo por su don particular, otra vez de modo monstruoso, la capacidad de saber siempre la hora exacta, dondequiera que fuera, sin dudarlo. Su propria condición se puede adivinar como la de un personaje singular en la pequeña comunidad. El período histórico considerado, finales de 1800, nos da un mundo que sigue siendo rural, pero listo para lanzarse en el nuevo siglo, que será el siglo de la industria y de las invenciones, de los mecanismos, de las grandes ferias comerciales y científicas, un mundo suspendido entre dos visiones de la vida, una (al atardecer) todavia simple y de alguna manera mágica y la segunda (a los albores) lista para emborracharse de tecnologìa hasta el punto de hacerla su propia religiòn y la propia forma aceptable de magia. La primera parte del cuento sirve, de forma clasica, para dar un quadro al mismo cuento. El narrador garantiza sobre la verdad de lo que irà referiendo, define el período temporàl (1884-1887), la zona geográfica (Fray Bentos), el tipo de relación que lo ha vinculado al protagonista, el número de veces que se encontrò con èl (tres) y también especifica que su testimonio será imparcial y, se intuye, formarà parte de cierto compendio junto a otros testimonios sobre la figura de Ireneo Funes el memorioso, que por lo tanto - imaginamos – tiene que haber logrado una reputación que ha trascendido el borde de la pequena ciudad donde los acontecimientos tienen lugar, aunque si no sabemos la naturaleza de esta fama, si se considera una especie de fenómeno de circo, un freak, o  un caso médico o un personaje popular y folclòrico.
Este primer punto de vista, ademàs de proveer al lector con los primeros datos para limitarse a una hora, un lugar y por lo tanto a una atmósfera, sirve para estipular con el lectòr el pacto asì llamdo de credulidad. Es el mismo narrador que ha vivido lo que él nos va contando, y por lo tanto tenemos que creerlo. La parte central nos propone las circunstancias del primer encuentro, casual y fugaz (en el día siete febrero del años ochenta y cuatro), en el que echamos un vistazo a Ireneo, poco más (o poco menos) de niño, que corre y, sin pararse de correr, contesta a la pregunta del primo del narrador, quien le pregunta qué hora es. La respuesta, << Las ocho menos cuatro minutos >>, dicha casi como un reflejo, sin la mediación del pensamiento racional, nos ofrece los primeros indicios de un tipo de diversidad que de alguna manera afecta al niño, aunque no sabemos si es virtud o enfermedad. La tercera parte nos pone a parte sobre el incidente ocurrido al protagonista, sobre su discapacidad y sobre el don (o condena) consecuente que el incidente tuvo como su consecuencia. No es importante investigar la causa médica, y si este potencionamiento abnormal de la memoria sea verosìmil más allá de la página escrita, lo que importa son sus consecuencias. El narrador, y por lo tanto testigo ocular del incidente, se encuentra en Fray Bentos, estamos en 1887, tiene consigo una serie de textos en latín, y un diccionario, con el que se ayuda. Viniendolo a saber Ireneo pide de poder disfrutar por algunos dias de los textos de Latin y del diccionario. La solicitud es inusual, y tal parece al narrador, aun asi decide de hacerle haber el Gradus ad Parnassum de Quicherat e la Naturalis Historia de Plinio. Unos días más tarde, el narrador recibe un telegrama refiriendole las condiciones de salud del padre y, antes de emprender el viaje de vuelta a casa, decide de ir a casa de Ireneo para recuperar sus libros. A partir de aquí Borges pone el verdadera nucleo de su narración. El narrador entra en la habitación de Ireneo, pero la habitación es oscura y sólo puede oir una voz que habla correctamente en latín. A lo largo de toda la duraciòn de la  conversación con el protagonista no habrà modo de distinguir sus rasgos, sólo con la llegada de la primera luz de la mañana verà el rostro de su interlocutor. Una vez más el tema de la ceguera, aunque sea temporal y no causado por enfermedad, sino por causas externas, es importante para Borges. Es absolutamente esencial (imprcindible) porque  encarna el modo (el medium) con el que Borges percibe el mundo. El mundo de Borges de hecho es claroscural, no necesariamente tenebroso, pero eternamente inmerso en sombras. Pero con las sombras y con la dificultad del narrador para poner de relieve contrasta con claridad demencial de Ireneo que, descubrimos, es, literalmente condenado a recordar todo. Nada escapa a su capacidad mnemonica, hasta el más mínimo detalle, ni él tiene la capacidad selectiva que le permita de aislar los elementos esenciales de los aspectos importantes, de los secundarios, de aquellos menos relevantes. Lo que hace de su potencial una condena es precisamente este aspecto: de un lado la obligaciòn a recordar todo, y del otro la imposibilidad de colocar el sinfín de detalles registrados en una escala de prioridades. De hecho, Ireneo dice y explica sus planes absurdos (y en gran parte demenciales) como la redenominaciòn de los números segùn un criterio que sólo puede ser válido para él, basado sobre ningùn tipo de lògica, pero sólo en un juego mnemotécnico. Incluso sus planes para el almacenamiento de sus recuerdos son insensatos y irealizables porque lo obligarian a vivir toda su vida en ese esfuerzo a sabiendas que no podrìa llevar a termine la sistemaciòn ni de sus recuerdos de infancia. Son dos projectos que el mismo narrador bautiza como locuras, pero en los que puede adivinar “ una cierta balbuceante magnitud “. En este punto el cuento se acaba. Volvemos a ser puestos a parte sobre otros – pocos – aspectos de la vida de Ireneo Funes, como su edad al momento de los echos, 19 años, y la causa de su muerte en 1889, una congestión pulmonar.

  Borges una vez más vuelve a hablarnos al interno de una estructura narrativa sencilla y tradicional, casi trivial, sobre temas eternos, como el infinito. La memoria de Ireneo, de hecho, no es otra cosa que una de las encarnaciones posibles del infinito y de la incapacidad del hombre no sólo para su gestión, sino también para entenderlo. Funes, de hecho, parece estar completamente a merced de su discapacidad y, en su mayor parte, ni siquiera capaz de comprenderla plenamente. Él ne intuye los límites sólo cuando la mide con la exiguidad de su existencia. Él sabe que morirá antes de que termine de recordar todos los aspectos de su infancia. Sin embargo, esto no lo lleva a razonar sobre la natura de la muerte, y por lo tanto sobre el sentido de la vida, sino a la manera de almacenar recuerdos y cómo sistemarlos. El problema no es, para él, el significado más bien si la cantidad. Pero la cantidad pone los mismos límites del significado, porque no se deja coger, se moltiplica en continuaciòn como en un juego de espejos que reflejano cada particular al infinito exactamente asi como cada recuerdo crea una cadena de recuerdos que a su ves crea a otra, y asì hacia el infinito. Màs alla de la tragedia de no ser capaz de recordar nos encontramos frente a frente con el drama de la inutilidad del recuerdo porque él mismo translimita el significado y lo anula en la repeticiòn infinita de imagenes y sensaciones inutilizables.

Nota del autòr: El texto original lo escribì en italian, y lo podeis encontrar acà.
Espero que la traduciòn en espanol no sea tan mala.

  Dvd Illevir

venerdì 17 agosto 2012

La figlia del boia, di Oliver Potzsch, Neri Pozza editore

Siamo nel 1659, a Schongau, in Baviera e in riva al fiume viene trovato agonizzante Peter Grimmer, il figlio undicenne del barconiere. Morirà poco dopo, a causa di un taglio che gli ha squarciato la gola. Sulla spalla, però, chi lo soccorre nota un segno. Nel giro di nulla la popolazione si lascia prendere dall'isteria collettiva perchè il segno sulla scapola del piccolo Peter è senza dubbio un segno tracciato da una strega. Se ci sono le streghe in azione, come nella stessa città era capitato anni prima, vuol dire che c'è lo zampino del diavolo e, forse, il diavolo stesso che se ne va in giro per la città a sgozzare bambini. Viene incolpata ed incarcerata Martha Stechlin, la levatrice, e conoscitrice di erbe e medicina naturale. Tanto basta. La gente ha già deciso, è lei la strega e come tale deve bruciare, ma non prima di essere torturata. La tortura è prevista dalla legge in quanto mezzo per far confessare l'incriminato. E la tortura è il mestiere di Jakob Kuisl, il boia di Schongau. Jakob Kuisl, tra le altre è cose, è il tristristrisnonno (o qualcosa del genere) di Oliver Potzsch, l'autore di questo libro. E' un uomo alto, alto quasi due metri, barba nera e dita come artigli, e dotato di forza prodigiosa. Ma non solo. Anch'egli, come la Stechlin, che ha messo al mondo i suoi tre figli, s'intende di erbe e, oltre che temuto dalla popolazione locale, è anche ricercato per le sue qualità di guaritore. Jakob Kuisl non crede alla colpevolezza della Stechlin, ma se non riuscirà a dimostrare la sua innocenza dovrà essere lui stesso a torturarla prima e a darle la morte dopo. Di lì a poco muore un altro bambino Anton Kratz, di fronte alla porta di casa, anche lui assassinato, e anche lui con sulla pelle il simbolo magico. L'isteria a questo punto è fuori controllo. Aggiungiamo a tutto questo, una classe di commercianti cittadini corrotta ed in lotta al suo interno e con la controparte della città vicina, la costruzione di un lazzaretto inviso a buona parte della cittadinanza, un magazzino dato alle fiamme, e la figura del diavolo che si aggira effettivamente per la città in cerca di altre piccole vittime. Si sta parlando del diavolo in carne ed ossa, con la sua proverbiale zoppìa ed una mano fatta di ossa, coperto da una mantella nera e da un cappello piumato. Il boia, aiutato dal giovane medico Simon Fronweiser e dalla figlia Magdalena, si getta a capofitto in un'indagine impossibile, contro il tempo, contro le credenze dell'epoca, contro i maneggi dei commercianti e contro sè stesso, oltrechè, ovviamente, contro il diavolo. Il romanzo, solido, caso editoriale in Germania, non è certo il nuovo Il nome della rosa, ma è una lettura di quelle che - scusate il luogo comune - quando le cominci non riesci a smetterle. Ed è la verità. D'altronde, il medioevo, una cittadina coi suoi intrighi ed i suoi veleni, una storia d'amore, un gruppo di orfanelli minacciati dal diavolo in persona, un'epoca in cui bastava un sospetto per passare da stimato cittadino ad adepto del maligno e in cui la tortura era considerata il mezzo più idoneo per verificare la veridicità degli argomenti degli accusati, tutto questo mescolato assieme nelle giuste proporzioni non può che dare come risultato un romanzo intrigante. Come va a finire è facile da immaginare, ma anche altrettanto inutile, perchè non è quello il centro dell'interesse (come in realtà non lo è mai, o come non dovrebbe esserlo mai), il bello è il viaggio nel tempo che il libro ci concede, anche se si tratta di un tempo buio e folle all'inverosimile ma poi, a ben vedere, ce ne si rende conto mentre si legge, un tempo non così diverso dal nostro, purtroppo.

 Oliver Pötzsch è nato nel 1970 e vive a Monaco di Baviera con la sua famiglia. Ha lavorato a lungo come sceneggiatore per la televisione tedesca ed è un discendente dei Kuisl, la dinastia di boia a cui appartiene anche il protagonista del suo romanzo, realmente esistita e che ha svolto il mestiere per 300 anni.

sabato 11 agosto 2012

Il potere del cane, di Don Winslow, Einaudi editore

Scampami dalla spada, dal potere del cane. Ve lo anticipo, sono le ultime parole del romanzo, ma vi posso assicurare che neppure se vi raccontassi tutta la storia narrata in questo libro per filo e per segno, dall'inizio alla fine, vi leverei nulla dell'esperienza straordinaria che è leggerlo. Un'esperienza straordinaria, lo sottolineo, non piacevole. Di piacevole, in queste 714 pagine, c'è ben poco. Nulla, forse. Ma la letteratura non ha il compito di essere piacevole, la lettura forse (e non è detto, non sempre comunque), ma non certo la letteratura che, al contrario, ha il dovere di guardare il mostro dritto negli occhi, secondo la definizione di Bolano, e questo libro fissa lo sguardo in quello del drago e non lo distoglie più, neppure per un secondo. Vediamo tutto, sentiamo tutto, tutto ciò che sta dietro le notizie dei telegiornali, i comunicati dei politici, le strategie dei governi e della Chiesa, i piani commerciali delle imprese, vediamo tutto quello che non dovremmo vedere, e sentiamo ciò che non dovremmo sentire. Winslow ha individuato nella guerra ai (e dei) narcotrafficanti messicani il centro del maelstrom (in 2666, l'inferno personale di Bolano era Santa Teresa, nella realtà Ciudad Juarez, sempre in Messico), il punto primigenio da cui scaturisce il male, quello assoluto, una delle porte da cui fa breccia e irrompe nel nostro mondo ma, al contrario di altri scrittori (e di molti registi), non usa l'ironia per dipingere - smorzandola - la violenza, non la iconizza, rimane esterno all'azione, si limita a registrare i fatti ed a riportarli, lasciando che siano questi, i fatti, le azioni, gli intrecci di interessi, le vite dei protagonisti a raccontare sè stessi. In questo senso, per presentarci e caratterizzare i suoi protagonisti (non ce n'è uno solo, è un romanzo corale, anche se al giorno d'oggi non usa più) non si perde in psicologismi, eppure riesce a renderli ugualmente tridimensionali, veri più che realistici, così come i fatti che, pur essendo fittizi, portano in sè la grana grossa della realtà. C'è un'avvertenza da tenere presente: questo libro è una sorta di frontiera, o di linea di demarcazione: quando la si supera, qualcosa dentro di noi cambia, irrimediabilmente. Art Keller, il signore della frontiera, agente della Dea ed ex militare di stanza in Vietnam, sacrifica ogni cosa, sè stesso e la sua famiglia, in nome di una guerra che, dirà in un momento di sconforto (uno dei tanti), non ha logica combattere. Il suo incubo, la famiglia Barrera - Tio, Adàn e Raul -, narcotrafficanti messicani che traghettano il businness della droga nella modernità, impastandolo con l'economia legale fino a renderli indistinguibili l'uno dall'altra. Nora Hayden, una bambina molestata, poi ragazzina facile e bellissima, ed infine prostituta d'alta classe, ma soprattutto una donna calata in un mondo che più perverso non si può immaginare, rispetto al quale il suo mestiere rischia di elevarla agli altari della santità. Sarà l'unica, assieme a Juan Parada, il sacerdote seguace della teologia della liberazione, a dimostrare di avere un'anima. Se ci si volta indietro, una volta terminato il libro, sono gli unici due personaggi che, pur navigando in mezzo a tragedie ed a mucchi di cadaveri, non si macchiano di nessuna morte, ma che, al contrario, tentano, ognuno dalla sua posizione ed ognuno per come può, di alleviare il carico di dolore assoluto e nero che la guerra tra la famiglia Barrera e Art Keller fa piombare su tutto e tutti, innocenti compresi. Bambini compresi. Questi personaggi, ed altri ancora, come Sean Callan, killer irlandese suo malgrado, quasi per caso, quasi controvoglia, intrecciano le loro vicende personali e si scontrano ed incontrano come su un palco: e questa è la finzione, ma il ring sul quale danno vita a alle loro traiettorie terrene, è un'altra cosa, è la storia, ma, ci tengo a precisare, non la Storia, quella con la S maiuscola che si studia sui libri, a scuola, o la cronaca che viene riportata dai giornali o alla televisione, è la storia che sta dietro alla Storia ed alla cronaca. Si parte dal Vietnam, dall'operazione Fenice, si passa per l'operazione Condor, per Cerbero, su su fino a Nebbia rossa, ed è la narrazione di come gli Stati Uniti e la Chiesa hanno combattuto la minaccia comunista nel mondo, vale a dire alleandosi con assassini, trafficanti di armi, mafiosi e dittatori. L'intero centro e sud america è stato violentato dalla politica sotto traccia degli Stati Uniti che, con la scusa della guerra al pericolo rosso (e non era solo una scusa, era uno dei motivi, il principale o, quantomeno, quello da vendere alla pubblica opinione; poi, in parallelo, c'erano le rivalse economiche, gli equilibri politici, i favori agli amici, ed agli amici degli amici che, tra l'altro, di solito erano mafiosi e/o dittatori) hanno torturato, devastato interi territori, mandato in rovina economie nazionali ed ucciso migliaia di persone, spesso innocenti, con operazioni al di fuori del diritto internazionale.
Il potere del cane è la tragedia greca del nuovo millennio, dove ogni individuo è portatore di una parte oscura del tutto e dove il destino pare essere qualcosa di ingovernabile e di invariabilmente crudele. Qualcuno si oppone, ma ciò non cambia di una virgola il risultato finale, il male è sempre e comunque il male assoluto perchè, in un modo o nell'altro il male è sempre assoluto e i singoli protagonisti non sono altro che marionette che di volta in volta lo incarnano. Chi si ribella a questo destino (il potere del cane appunto) e lo combatte in nome di ideali più alti subisce, come massima punizione, la conseguenza di diventare come coloro che combatte, nè più nè meno. E' un grande affresco, uno squarcio sull'inferno, sulla storia che lo ha incarnato, una riflessione che viene lasciata al lettore su dove stia la linea di demarcazione tra bene e male, e se, davvero, ci sia.

Se qualcuno avesse fatto come me, inziando a leggere Winslow da Le belve, non si lasci scoraggiare e si butti senza remore in questo Il potere del cane. Diversamente, vi perdereste un grande libro.

Don Winslow (New York, 1953) è uno scrittore statunitense.
Viene considerato come uno degli autori più rappresentativi del poliziesco americano contemporaneo. È l'autore, tra gli altri, dei libri L'inverno di Frankie Machine e Il potere del cane, entrambi editi in Italia da Einaudi (collana Stile libero), rispettivamente nel 2008 e nel 2009.
Scrittore e regista teatrale e televisivo, nonché diverse volte attore e guida di safari, Winslow è stato anche un investigatore privato e consulente di studi legali ed assicurazioni. Vive in California, a San Diego, località in cui sono ambientati diversi suoi romanzi.
Ha esordito con il romanzo A Cool Breeze on the Underground, ancora inedito in Italia. Da The Death and Life of Bobby Z è stato tratto nel 2007 il film omonimo (uscito in Italia come Bobby Z, il signore della droga).
I diritti de L'inverno di Frankie Machine sono stati acquistati da Robert de Niro che ne trarrà un film, impersonandone il protagonista. Le belve è il suo ultimo libro, e ne è stato tratto un film da Oliver Stone, che probabilmente uscirà in autunno nelle sale italiane.

mercoledì 25 luglio 2012

Le belve, di Don Winslow, Einaudi editore

Allora, c'è Ben, diciamo che è il cervello, c'è Chon, che è il braccio, c'è Ophelia, che si fa chiamare semplicemente O, che è la bella e svampita e ricca e simpatica e problematica; poi, dall'altra parte c'è il cartello della Baja California. Ben e Chon, uno pacifista e filantropo, cresciuto ed educato in una famiglia di ex hippie sinistrorsi e l'altro, che va e viene dall'Afghanistan come marines, che ha finito per accettare l'idea di essere pagato dallo stato per uccidere altra gente che, d'altronde, altrimenti ucciderebbe lui. Ben, in fondo, crede, nella possibilità dell'uomo di redimersi e nella sua fondamentale bontà, Chon disprezza l'umanità intera e sa perfettamente di farne parte. Insieme hanno avviato e gestiscono un'attività di produzione e spaccio di mariujana, la migliore che c'è sul mercato (non entro nei dettagli, ma viene miscelata a seconda del cliente tra indica e sativa, eccetera eccetera eccetera). Il cartello criminale della Baja California ha deciso di prenderne possesso, dal momento che ha la necessità vitale di espandersi negli Stati Uniti. Com'è facile da immaginare, ad un cartello, che sia Baja California o altro, non si può dire di no. Ben e Chon ci provano. Ophelia, che ha una relazione alla luce del sole con entrambi, suo malgrado, diventerà moneta di scambio ed ago della bilancia della trattativa. Non dico di più, perchè in questo libro, la trama è tutto. Più che la trama, direi (perchè la trama in effetti non è tutta quella gran novità inusitata) in questo libro i colpi di scena sono tutto. In effetti, fino a che le situazioni non si incastrano per dare il via all'azione, il libro, onestamente, non sa di molto. Peggio, stucca per il tentativo continuo di utilizzare una lingua letteraria molto alla Ellroy, ma più paracula, sempre attenta ai giochi di parole (molti dei quali, quantomeno in italiano, sono solo d'intralcio alla lettura) ed a strizzare l'occhio ad un pubblico giovane e cinematografaro. E difatti: Oliver Stone, maestro del genere (vedi U turn, un finto pulp imbellettato, ma comunque piacevole e ben fatto: solo non verace... come dire? paraculo!) ne ha tratto un film che, con ogni probabilità sarà pure un bel film, speriamo, e che, immagino, utilizzerà il libro come pura e semplice sceneggiatura. Perchè in effetti questo Le belve non è molto altro. Alcuni capitoli sono scritti addirittura secondo i dettami tecnici di una sceneggiatura: esempio: esterno giorno, Chon: blablabla. Ben: blablabla, eccetera, come se l'autore stesse ricordando al regista di turno che legge il libro che quello che ha davanti agli occhi è proprio quello che pensa, una sceneggiatura bella e pronta! Il libro è diviso in 290 capitoli, per lo più brevi o brevissimi, che diventano sincopati sul finale, quando l'azione incalza maggiormente e il pathos cresce. Dicevo, dal momento in cui è l'azione a prendere il sopravvento, diventa una lettura filante, che ti costringe ad andare avanti di buona lena, come si sul dire: ti tiene incollato alla pagina. Non è male, ma sa, come dire? di plastica. Un libro preconfezionato e molto furbo che ci si può aspettare da un esordiente che cerca disperatamente una pubblicazione, non da quello che viene considerato un maestro del genere. Poi viene il dubbio che gli sia stata prima commissionata la sceneggiatura e solo in un secondo momento ci abbia tirato fuori, con pochi colpi di pennello qua e là, un romanzo fatto e finito. Pare che Il potere del cane sia il suo capolavoro, e sbirciando un po' in libreria mi sembra che la scrittura sia quello che ci si aspetta da un buon poliziesco e non strizzi l'occhio a niente ed a nessuno. Speriamo, mi riservo di leggerlo, nella speranza che sia qualcosa di diverso da questo Le belve che, diciamo, non è malaccio, ma neanche poi un granchè. E sa di plastica.

Don Winslow (New York, 1953) è uno scrittore statunitense.
Viene considerato come uno degli autori più rappresentativi del poliziesco americano contemporaneo. È l'autore, tra gli altri, dei libri L'inverno di Frankie Machine e Il potere del cane, entrambi editi in Italia da Einaudi (collana Stile libero), rispettivamente nel 2008 e nel 2009.
Scrittore e regista teatrale e televisivo, nonché diverse volte attore e guida di safari, Winslow è stato anche un investigatore privato e consulente di studi legali ed assicurazioni. Vive in California, a San Diego, località in cui sono ambientati diversi suoi romanzi.
Ha esordito con il romanzo A Cool Breeze on the Underground, ancora inedito in Italia. Da The Death and Life of Bobby Z è stato tratto nel 2007 il film omonimo (uscito in Italia come Bobby Z, il signore della droga).
I diritti de L'inverno di Frankie Machine sono stati acquistati da Robert de Niro che ne trarrà un film, impersonandone il protagonista. Le belve è il suo ultimo libro, e ne è stato tratto un film da Oliver Stone, che probabilmente uscirà in autunno nelle sale italiane.


domenica 22 luglio 2012

Vedi di non morire / A tuo rischio e pericolo, di Josh Bazell, Einaudi editore

  Josh Bazell è il nuovo enfant prodige del noir d'oltremanica, paragonato dalla critica a Tarantino e a Palahaniuk oltre che a una serie infinita di scrittori e registi che non hanno nulla a che spartire tra di loro; e non solo, i suoi libri vengono accostati a film o serie televisive (la più ovvia delle quali, Dottor House) più o meno di culto. Direi che è più che sufficiente a rendere chiaro come dietro a questo plurilaureato fenomeno (in medicina alla Columbia University, se vi può fregare qualcosa, e in letteratura inglese e scrittura alla Brown University, sempre se vi frega qualcosa dei suoi titoli di studio nel momento in cui dovete scegliere di leggere un noir, o noir pulp, o neo pulp, o neo noir, eccetera eccetera eccetera) si sia mossa la più imponente macchina per far soldi che si possa immaginare. Non per nulla il suo primo libro, Vedi di non morire, diventerà un film interpretato da Leonardo di Caprio. Buon per lui, ma per noi, intendo dire noi lettori, tutto questo bailamme funziona più che altro come un sano avvertimento a tenerci lontani dal supposto fenomeno di cui sopra. E in effetti a tenere lontano il lettore ci pensa il bailamme da merchandising, certo, ma non solo: anche le copertine (tutte e due, la prima peggio della seconda), che sembrano fotocopiate a colori direttamente da una scatola di detersivo per i piatti, danno il loro sacrosanto aiuto. Immagino che il fatto che Bazell non abbia fatto furore qui in Italia, e che non sia neppure lontamente paragonabile al fenomeno che è stato e, in parte, comunque ancora è Palahaniuk, sia dovuto anche questo. Copertine inguardabili, che non azzarderebbe neppure un editore di infima categoria, di quelli che vendono, se vendono, solamente nel paese di residenza dello scrittore di turno e, a volte, si spingono fino a qualche libreria di paesini e frazioni circonvicine sempre, beninteso, con il meccanismo del conto-vendita. Comunque, chiudiamola qui. E' ovvio che Palahaniuk non è Palahaniuk per via delle copertine di Mondadori, è Palahaniuk per via della qualità dei suoi libri, magari non di tutti, ma comunque di buona parte, e lo è perchè il suo primo libro è stato niente di meno che Fight Club (che, scusate, ma è tutt'altra cosa rispetto a Vedi di non morire), che magari pubblicato come suo terzo o quarto, sarebbe sempre stato un libro culto, ma forse non avrebbe portato il suo autore a quelle vette di idolatria a cui è sottoposto ancora oggi il bardo di Portland. Bene, però, effettivamente Josh Bazell è un autore da non sottovalutare. Vedi di non morire, il suo primo libro appunto, è la storia di un ex sicario della mafia che, entrato in un programma di protezione del governo, si rifà una vita come medico. Si potrebbe dire che si tratta di due modi diversi di ammazzare la gente, ma nel libro viene sottolineato chiaramente come il protagonista, Pietro Brnwa, svolga la sua attività di medico come modo per porre rimedio ai danni procurati dalla sua vita precedente. La narrazione rimbalza tra il presente di neo medico e il passato da killer della famiglia Locano. Tutto parte dalla morte, apparentemente immotivata, dei nonni di Brnwa, e della sua ricerca dei colpevoli che lo porta a cominciare la sua attività di assassino a pagamento. La rete amicale che gli tende attorno la famiglia Locano e le prevedibili conseguenze sono il resto. Il concetto di amicizia, si sa, per i mafiosi è un filino distorto rispetto al comune sentire. Il suo presente da medico, invece, comprensivo di nuova identità fittizia, è messo in pericolo da un fatto inaspettato. Un mattino, nel suo giro di controllo dei pazienti, scopre che uno dei nuovi arrivati è una sua vecchia conoscenza stretta nella sua vita precedente. Se non lo salva, la vendetta della famiglia Locano piomberà su di lui senza pietà. E, forse, pure nel caso in cui riuscirà a salvare la pelle al suo ex accolito. Il fatto che ne venga tratto un film, da questo libro, non deve stupire, perchè in realtà il libro stesso è già un film, o più film mescolati insieme. Il divertimento è assicurato e la lettura piacevole. Consigliabile. Passiamo al secondo, A tuo rischio e pericolo. Il solito Brnwa, ora riciclatosi come medico nelle navi da crociera, viene chiamato da un eccentrico miliardario ad occuparsi di un mistero a tutto tondo: un mostro lacustre. Nel White Lake, una sorta di lago minore collegato al Ford Lake, pare si aggiri una creatura acquatica primitiva che, a differenza di Nessie, il più famoso mostro di Loch Ness, ha già ucciso almeno due persone. Il nostro dottore, affiancato dalla paleontologa sexy Violet Hurst (memorabile), si reca sul posto e indaga. Si troverà in mezzo ad un villaggio di psicopatici (chi più, chi meno), tossici, spacciatori, camping da incubo, corpi fatti a pezzi, Sarah Palin e tanto altro. Anche in questo caso, nulla di nuovo sotto il sole. L'impressione è quella di trovarsi in un film, le atmosfere sono le stesse, i colpi di scena anche ma, bisogna ammetterlo, è davvero piacevole come lettura. Scorre, secondo me anche più del primo libro, e l'ambientazione, proprio perchè già introiettata da decine di riduzioni cinematografiche o televisive, ci risulta famigliare o, meglio ancora, inquietante e famigliare. I boschi, il lago, l'acqua scura, il piccolo villaggio isolato dal mondo, il camping isolato dal villaggio, sono tutti elementi nei quali il lettore si muove con una certa padronanza, ripeto, quasi con piacere. Violet Hurst è la giusta eroina che porta una sana dose di stravagante erotismo. E poi c'è il mistero, il più classico dei misteri, che è un elemento che mancava assolutamente in Vedi di non morire. E veniamo alla domanda delle domande: perchè, allora, Josh Bazell, dovrebbe spiccare tra le centinaia di scrittori che cercano di giocare con gli stessi elementi con cui gioca lui, mettendo insieme cultura popolare (vi basta SpongeBob?), prodotti cinematografici e televisivi con la pagina scritta, perchè in lui gli inserti splatter funzionano senza connotarlo come autore horror, perchè dovrebbe essere il nuovo Tarantino delle lettere, perchè mai dovrebbe avere "reinventato di sana pianta un intero genere letterario"? Be', un motivo non c'è. In realtà non ha reinventato un bel niente, più che altro ha dato una buona scusa ai pubblicitari ed alle case editrici per risvegliarsi dal letargo e tornare a darsi da fare (copertine a parte), ma bisogna ammettere che Josh Bazell non è uno dei tanti. Innanzitutto la lettura dei suoi libri è un esperienza gradevole e divertente, a volte spassosa e a tratti quasi adrenalinica, al di là di qualsiasi merito letterario, e questo è già qualcosa. In realtà è ben più di "qualcosa", ma sorvoliamo. In questo senso, i suoi sono libri che consiglio. Poi c'è un altro particolare che, a mio parere, è quello che lo porta ad emergere rispetto alla media, vale a dire la scrittura. E' veloce, immediata, usa con nonchalance espressioni del parlato, anche basso, come se niente fosse, e per di più, mescolandole al gergo tecnico di chi fa della medicina il proprio mestiere. Il risultato è un amalgama che, miracolosamente, non è volgare, ma piuttosto immediato e ironico. L'ironia è infatti l'arma vincente nella ricetta che ha messo insieme Bazell per caratterizzare il suo stile. A pie' di pagina numerose note completano e commentano il testo e, spesso, sono la parte migliore dello stesso. Sono intelligenti, a volte esaustive come vere note a pie' di pagine, e sempre brillanti e ironiche, a volte anche feroci. Non è un autore di culto, non è Palahaniuk nè Tarantino nè altri, ma è un autore a tutto tondo con un marchio di fabbrica di qualità che è la sua scrittura. Se un giorno deciderà di metterla al servizio di testi meno furbi e più letterari, sarà interessante vedere cosa ne uscirà fuori. Con tutta probabilità qualcosa di notevole.


  
Laureato in letteratura inglese e scrittura alla Brown University e in medicina alla Columbia, ha scelto di specializzarsi in psichiatria alla University of California, San Francisco, dove attualmente risiede.
Vedi di non morire
(Einaudi Stile libero, 2009) è il suo primo romanzo, scritto durante la pratica in ospedale. A tuo rischio e pericolo è il suo secondo romanzo (Einaudi 2012).              

mercoledì 11 luglio 2012

Viva la musica!, di Andres Caicedo, Sur edizioni

Andrés Caicedo muore suicida nel 1977, subito dopo aver ricevuto la prima copia del suo primo ed unico romanzo, Que viva la musica!; Maria del Carmen Huerta, al contrario, la protagonista del libro, continua imperterrita la sua vita irregolare ed esagerata. Di più, la ricomincia da capo ogni qual volta un nuovo lettore apre la prima pagina di Viva la Musica! In questo senso, mi viene in mente, è perfetta la frase di Bolano che le edizioni Sur hanno scelto di far campeggiare in cima al loro sito: Todos los libros del mundo estan esperando a que los lea; quindi immagino che questo libro mi stesse aspettando. Io no, neppure sapevo che fosse esistito dall'altra parte del mondo, in Colombia, un ragazzo - uno scrittore, critico musicale e cinematografico - di nome Andres Caicedo. Quando è morto avevo due anni, quindi non posso aver conservato ricordi dell'epoca, ma dubito che in questa parte del mondo qualcuno allora si sia reso conto della sua scomparsa. Adesso, qui in Italia almeno, in seguito alla traduzione e pubblicazione di questo libro, qualcuno ci sarà che si domanderà se davvero questo ragazzo sia stato "un Cesare Pavese tropicale" o "il Kurt Cobain della letteratura colombiana" (secondo Fuguet, l'autore dello splendido Missing, Nuova frontiera editore) e, se davvero lo è stato, cosa questo possa significare perchè, in tutta onestà, continuo a vedere una certa distanza tra Pavese e il cantante dei Nirvana. La prima idea che ti salta in mente è che sono tre artisti, giovani (Pavese un po' meno), che devono aver trovato qualche difficoltà di troppo ad accettare la realtà così come ci è data, e l'hanno rifiutata. Tre artisti, tre suicidi. Eppure la sua eroina (che, detto tra parentesi, non ha nulla a che vedere con Huckleberry Finn nè tantomeno con Holden Caulfield: lo specifico per chi avesse letto il retro del libro) è l'esatto contrario del rifiuto (ma si tratta poi di rifiuto o di resa?) che sta inscritto a chiare lettere in ogni suicidio. Maria del Carmen Huerta si tuffa nella vita, molla gli ormeggi e non si preoccupa minimamente dei rischi a cui va incontro. Inanella un errore dietro l'altro - via uno avanti l'altro - e ogni errore alla lunga è sempre una sconfitta, ma non si ferma, lei balla, cerca la musica (rock prima, salsa poi) in ogni angolo della sua città, Cali, che non è capace di lasciare come non si può lasciare il proprio destino. Quindi, Maria balla, sempre e comunque. E vive di notte, o vive la notte, vedete voi. Scivola da una festa all'altra, da un ragazzo ad un altro, da una droga alla successiva e si sposta, di eccesso in eccesso, rimanendo sempre sull'onda. L'onda di quegli anni che erano, per il mondo intero, quelli della rivoluzione culturale giovanile, della musica rock, dell'amore e delle droghe libere. E' una figlia dei fiori, ma non è una figlia dei fiori nel senso cui siamo abituati noi occidentali, cioè non è una figlia dei fiori all'americana come siamo abituati a vedere nei film, e non solo non è una figlia dei fiori americana, ma non è neppure una figlia dei fiori occidentale. E', innanzitutto, una latina, e poi lei si definirebbe più un fiore che una figlia dello stesso. E' bionda, e questo semplice dato di fatto ha per lei il valore di una predestinazione. Dove passa, la gioia spunta, all'improvviso, le feste prendono vita, la musica s'innalza di tono, ritmo e significato, quando lei se ne va, ogni cosa appassisce. C'è stata un'altra ragazza, prima di lei, ad avere i suoi stessi "poteri", e in qualche maniera aveva tracciato una strada che l'avrebbe potuta mettere in guardia, ma Maria non è interessata a guardarsi da niente e da nessuno. Ha un semplice sussulto, ma veloce e superficiale, quando si sparge la voce che le droghe bruciano le cellule cerebrali, cellule che non riproducono sè stesse, e questa vaga presa di coscienza la porta all'unica conclusione per lei possibile, vale a dire che le cellule cerebreali sono schifosamente pigre, e dunque, in certo senso meritano di morire. Maria è un unico flusso di coscienza, dall'inizio alla fine, e ci tiene (a volte lo dice) a renderci in presa diretta i passaggi fondamentali della sua vita, del suo punto di vista, interpretati con la sua testa e i suoi metri (o centimetri, verrebbe da dire) di giudizio e Maria - Maria e il flusso di coscienza che incarna - è un viaggio in un epoca, in una parte del mondo, in una città che non prevede la possibilità nè di una fermata nè del biglietto di ritorno, è un viaggio che è una caduta, una stella che brucia e cade e si guarda bruciare e cadere e ci racconta, con la sua propria voce, cosa significhi bruciare, che sensazioni dà, e cosa prevede il cadere, se fa paura o meno, se si viva o meno in attesa dello schianto. Maria è un flusso, è un viaggio, è un cadere ed un bruciare ma è anche, se non soprattutto, la musica, non è una camminata nella musica, o in una musica, Maria è la musica, la salsa, Ricardo Ray e Bobby Cruz, è le sensazioni che la musica trasmette, è l'importanza che la musica ha avuto nel corso di quella rivoluzione culturale, il ruolo essenziale che ha ricoperto, è le ginocchia che si piegano, le caviglie che si tendono, i capelli che si perdono nell'aria, il sudore che ricopre il corpo, il ritmo che ti guida e sul quale regoli il tuo respiro. Maria, non sarà una sorpresa per nessuno, non fà una bella fine, ma poi, leggendo il libro, ci si domanda se importa davvero fare una bella fine, e cosa sia una fine degna e, soprattutto, se avesse fin dall'inizio la possibilità di scegliere un copione differente o se, magari, non fosse predestinata a bruciare, a cadere ed a ballare tutto il tempo della sua caduta. La risposta, o semplicemente una risposta possibile, credo che il suo autore, il 4 Marzo 1977, l'avesse ben chiara in testa.




Il 4 marzo 1977, subito dopo aver ricevuto la prima copia del suo unico romanzo Viva la musica!, Andrés Caicedo, venticinque anni, si suicida, entrando nel mito e lasciando la letteratura latinoamericana orfana di un grande autore. La critica lo ha definito «un precursore di Bolaño» e «un Cesare Pavese tropicale». 
Allengo il link alla pagina delle edizioni Sur dedicata ad Andres Caicedo, riporta materiali ed interviste per chi volesse approfondire la figura dell'autore: qui.

lunedì 9 luglio 2012

Acqua buia, di Joe R. Lansdale, Einaudi editore, Stile Libero

L'ultimo libro che ho letto di Joe R. Lansdale è stato Tramonto e polvere, un buon libro, ma non all'altezza de La sottile linea scura che, a sua volta, pur essendo un libro notevole e peraltro godevolissimo, non era all'altezza di Sotto gli occhi dell'alligatore (poi ristampato da Fanucci col titolo In fondo alla palude), a mio parere il suo miglior libro. Fino a questo Acqua buia. Prima, invece, sono uscite, per lo più per Fanucci, una serie di pubblicazioni di valore onestamente non eccelso, anche per generi di nicchia come il western o la fanstascienza. Tra l'altro anche Einaudi, di solito attenta alla qualità delle uscite, ha messo in commercio un paio di titoli di Lansdale che si possono tranquillamente rubricare come "senza infamia e senza lode". E' il problema degli scrittori di razza: se abituano bene il proprio pubblico, non possono far altro che lavorare sempre al massimo livello per non scontentarlo.Questo Acqua buia (titolo originale Edge of the dark water) non tradisce le attese: ci riporta nel Texas della Grande Depressione, dove razzismo, sessismo e violenza sono pane quotidiano, e dunque accettati come normale accessorio della vita, come un balzello da pagare per ottenere il diritto stesso ad essere vivi, per quanto tempo, poi, quello è tutto da vedere. Il Texas, e quel dato periodo della storia americana, sono il luogo ed il tempo prediletti da Lansdale per intrecciare le sue storie e, se è vero quanto sostiene Juan Rulfo, vale a dire che per raccontare una storia bisogna "creare" il personaggio, "creare" l'ambiente nel quale il personaggio si muove e "creare" il linguaggio attraverso cui il peronaggio si esprime, Lansdale è un vero maestro della narrazione, e il suo Texas, povero, poverissimo e crudele fino agli estremi, ma anche capace di un'ironia maschia e feroce, e gli anni della Grande Depressione, sono gli elementi fondamentali per ricreare un universo all'interno del quale il lettore si muove da subito con grande agilità. Lo stile è inconfondibile, ogni frase, ogni paragone porta in sè qualche elemento che caratterizza istntivamente i luoghi nei quali si svolge la storia; spesso si tratta di figure retoriche che utilizzano pietre di paragone basse, oggetti quotidiani, animali e piante, iperboli spesso volgari e sempre ironiche. I dialoghi sono al vetriolo e l'amalgama narrativo scorre in maniera estremamente piacevole, rimanendo però sempre dalle parti della Letteratura, senza mai scadere nella sciatteria. Ora veniamo ai personaggi. Acqua buia è un romanzo corale i cui protagonisti sono tre ragazzini e una donna, ma chi narra gli eventi è la voce di una sola di essi, Sue Ellen, un sedicenne bianca che vive lungo il fiume Sabine, povera in canna, con un padre con sinistre tendenze all'alcolismo, alla violenza ed alle molestie sessuali. La donna che si unisce all'avventura dei tre ragazzi è la madre di Sue Ellen, che vive chiusa nella sua stanza, lontana da tutto e da tutti, intossicata da certi toccasana che, per lei, altro non sono che droghe. Gli altri due protagonisti sono Jinx, una adolescente nera terribilmente sboccata e Terry, un ragazzino omosessuale dalla faccia d'angelo e dai modi stranamente garbati se si considera l'ambiente nel quale è costretto a vivere. Pescando col padre e con lo zio, Sue Ellen e il suo amico Terry incappano nel cadavere di una loro amica, May Linn, che affiora dalle aque buie del Sabine ormai gonfia e con le caviglie assicurate ad una vecchia macchina da cucire. May Linn era bella, vanitosa, consapevole e felice di essere bella, e nutriva il sogno di andare ad Hollywood a fare l'attrice, e non ne faceva segreto con nessuno. I tre amici, un po' per lealtà nei confronti dell'amica ed un po' per fuggire ad una realtà squallida che li schiaccia e rischia di renderli, col passare del tempo, dei personaggi abbrutiti come i loro genitori e come la maggior parte degli adulti del luogo, decidono di bruciare il corpo di May Linn e viaggiare fino ad Hollywood per poi disperderne le ceneri lungo le vie della Mecca del cinema. S'imbatteranno in una mappa, si approprieranno di soldi rubati, fuggiranno dalle loro vite con alle calcagna genitori (violenti, alcolizzati, maniaci), zii (violenti, alcolizzati, maniaci), un agente psicopatico ed un personaggio che, se esistesse davvero, non potrebbe essere altro che l'incarnazione stessa del male, Skunk, un nero enorme - puzzolente - che taglia le mani delle proprie vittime e gioca con loro prima di spedirle nell'aldilà. Come in ogni racconto di Lansdale, la distinzione tra bene e male è la vera protagonista delle sue storie, ed anche in questo caso il succo non cambia. Il punto di vista è quello di tre adolescenti disagiati, che oggi si direbbero borderline, che ribellandosi al brodo culturale nel quale sono immersi e cercando un altro orizzonte lungo il quale vivere danno il via ad un tipico romanzo di formazione e d'avventura in cui i temi tipici della fiaba e del mito sono perfettamente inseriti nei luoghi e nei tempi prediletti dall'autore. Quando finalmente giugneranno al termine del loro viaggio, niente sarà più come prima, e nessuno di loro sarà più lo stesso: il fiume Sabine li avrà cambiati. Avventura, riflessione sul bene e sul male, mostri da combattere e paure da vincere mescolati in un racconto che è un inno alla ferocia della vita, all'imbecillità che permea l'essere umano, specie se adulto, ed alla speranza di poter cambiare il proprio destino, anche nel Texas, anche durante la Grande Depressione, anche se si è neri, od omosessuali, o poveri in canna.
  Un Joe Lansdale finalmente di nuovo al massimo delle sue possibilità, ed è una bella notizia, e questo, se mi posso permettere di consigliarlo, è un libro da non perdere.

Joe Lansdale è nato il 28 ottobre 1951 a Gladewater, Texas.
Grande lettore, Lansdale è stato influenzato da Mark Twain, Edgar Rice Burroughs e Jack London, ma anche da scrittori di fantascienza come Ray Bradbury e Fredric Brown. E' un grande appassionato di fumetti, di B-movie e letteratura “pulp” (etichetta con la quale è sbarcato in Italia, paese che lo ha adottato e dove ha una nutrita schiera di fans). Ha svolto diversi lavori dal contadino al buttafuori in locali pubblici, dal bidello all'operaio in fabbrica. Nel gennaio del 1997 aprì una sua scuola di arti marziali, e il Lansdale’s Self-Defense Systems è uno stile riconosciuto a livello internazionale. Ha pubblicato:  Una stagione selvaggia (Savage Season, 1990), Einaudi; Mucho Mojo (Mucho Mojo, 1994), Bompiani riedito da Einaudi, Il mambo degli orsi (Two-Bear Mambo, 1995), Einaudi, Bad Chili (Bad Chili, 1997), Einaudi, Rumble Tumble (Rumble Tumble, 1998), Einaudi, Capitani oltraggiosi (Captains Outrageous (2001), Einaudi, Sotto un cielo cremisi (Vanilla ride) (2009), Fanucci, La notte del Drive-In (The Drive-In, 1988), Einaudi; Mondadori Urania n. 1214, Il giorno dei dinosauri (The Drive-In 2, 1989), Einaudi; Mondadori Urania n. 1224, La notte del drive-in 3, La gita per turisti, 2008, Einaudi, Atto d’amore (Act of Love, 1980), La morte ci sfida (Dead in the West, 1983),Il lato oscuro dell'anima (The Nightrunners, 1983), Texas Night Riders (1983), Il carro magico (Magic Wagon, 1986), Freddo a luglio (Cold in July, 1989), L’ultima caccia (The Boar, 1998), Fanucci, Fiamma fredda (Freezer Burn, 1999), I Neri Mondadori n. 1, riedito nel 2007 dalla Fanucci con il titolo “Freddo nell’anima”, Il valzer dell’orrore (Waltz of shadows, 1999, Fanucci), Blood Dance (2000), In fondo alla palude, Fanucci – premio Edgar Award 2001, L’anno dell’uragano (The Big Blow, 2000), Fanucci, Fuoco nella polvere (Zeppelins West, 2001) Fanucci, La sottile linea scura (A Fine Dark Line, 2002), Einaudi, Bubba Ho-Tep (Bubba Ho-Tep, 2003), Addictions-Magenes Editoriale, Tramonto e polvere (Sunset and Sawdust, 2004), Einaudi, Flaming London (2005), Echi perduti (Lost Echoes, 2006), Fanucci, The Shadows Kith and Kin (2007), God of the Razor (2007), La lunga strada della vendetta (Batman: Captured by the Engines), Edizioni BD, La ragazza dal cuore d’acciaio (Leather Maiden, 2007), Fanucci, Laggiù nel profondo (Way Down There, 2007) Edizioni BD, Cielo di Sabbia, Einaudi, eccetera eccetera eccetera.

  Allego il link del sito di Joe R. Lansdale: Qui.

Poi ci sarebbe da parlare, e anche a lungo e possibilmente non a sproposito (cosa non sempre facile), della serie di Hap e Leonard, due fra i personaggi più riusciti ed assolutamente indimenticabili del giallo letterario degli ultimi anni (assieme all'ispettore Mendez di Gonzalez Ledesma), ma questo argomento sarà bene trattarlo in altro post.